6) MARÍA, LA MAS MIA…
Yo iba a un colegio católico. Ella iba a otro.
Cuando nos conocimos ambos rozábamos los 17 años. Habíamos compartido campamentos o casuales encuentros entre grupos de amigos. Me conocía y yo la conocía. Hablamos algunas veces en esa época, pero simplemente como conocidos.
Tengo que confesarles que a mi me gustaba. Una linda rubia de ojos celestes con la sonrisa más linda del mundo. Terminamos el secundario y ella partió hacia Bs. As para estudiar. Nunca más la vi. Nunca más nos cruzamos siquiera. Eso fue en 1989.
Una tarde, llega a mi computadora un email. Ese email decía: “Sos vos? Sos el Juan que iba al colegio XXXXXXXXX Vi tu dirección en un correo que mandaron a varias personas y por eso te estoy escribiendo. Soy María, te acordás de mi? Si no sos Juan, te pido disculpas. Pero si sos vos, escribime..!! Un beso, María.”
Verdaderamente estaba sorprendido. Sobretodo porque era el año 2002. Habían pasado 13 años desde la última vez que crucé a esa mujer. Por supuesto contesté ese email a toda velocidad. Le respondí que efectivamente era yo, Juan, y que me alegraba mucho tener noticias de ella. Pregunte cómo estaba, qué hacía, si se había casado y dejé entrever algunos detalles relacionados a cuánto me gustaba cuando éramos adolescentes.
Creo que con ese email se encendió la mecha.
Nos enviamos más de 90 emails en 5 días.En cada uno de esos emails se incrementaba, de manera exponencial, la utilización de halagos, cortejos, palabras de afecto y deseos sexuales hacia el otro. Ingresamos en un espiral del cual no podíamos salir.
Ambos experimentábamos altos niveles de excitación sólo con pensar que un día cercano nos veríamos o estaríamos juntos. Certeramente se produjo una química increíble, difícil de explicar a quienes nunca han tenido la oportunidad de dejarse llevar a través de los mensajes. Los que si lo han hecho, comprenderán perfectamente.
Durante esos días habíamos mantenido contacto sólo por email ya que María no tenía una cuenta de Hotmail. Le sugerí que obtuviera una y que habláramos por Messenger; era la mejor manera de proseguir en esa instancia. Y así lo hizo.
Iniciamos nuestras charlas por Messenger. Fue mágico. Cada palabra y cada frase dejaban entrever que nos deseábamos desmedidamente. Era una situación increíble. Por supuesto que nos enviamos mutuamente varias fotografías. Parecía que el tiempo no había pasado para ninguno de los dos.
Cierto día -luego de dialogar con erotismo sobre nuestros posibles encuentros- con un cómplice atino acompañe a María en lo que le sucedía y la comprendí perfectamente: había llegado a un nivel de excitación hablando por Messenger, según me confesó, deseaba ir a masturbarse al baño. Lo sé. Tal vez les suene bizarro, increíble o alocado. Puedo asegurarles que no es así.
María es una mujer íntegra, católica, sin vicios, con una clara idea de lo bueno y lo malo, con la clásica carga familiar acerca de los buenos modos y cómo se debe proceder en la vida. Es ese tipo de personas que siempre hacen el bien. Pero...el Messenger todo lo puede. Y pudo con ella.
En esos tiempos María estaba conviviendo con su novio desde hacía más de 2 años. Trabajaba en una prestigiosa empresa como ingeniera, tenían su departamento, su automóvil y una buena vida social.
Este fin de semana voy a Mar del Plata – escribió a modo de primera frase del día.
Me decís en serio? –pregunte alegre, enamorado, enérgico y nervioso.
Si, viajo el viernes por la tarde. Nos veremos, no es así? –preguntó.
Vamos a pasar el mejor fin de semana de los últimos tiempos –respondí.
Cuándo llegas a Mar del Plata? –pregunté.
El viernes cerca de las 7 de la tarde. Querés que nos veamos? –dijo ella.
Por supuesto!! Llamame luego de las 22, respondí...
Mi cabeza comenzó a planificar una serie de alternativas para llevar a cabo junto a ella.
María llegó a Mar del Plata. Llamó a mi casa antes de la medianoche del viernes. Hablamos por teléfono un instante y combinamos en que la recogería en 30 minutos. Fui hasta su casa.
María llegó a Mar del Plata. Llamó a mi casa antes de la medianoche del viernes. Hablamos por teléfono un instante y combinamos en que la recogería en 30 minutos. Fui hasta su casa.
La puerta se abrió luego de tocar bocina. Vi aparecer espontáneamente la cara de María en la puerta junto a un ademán de “aguárdame un momento”. Estaba hermosa. Salió sonriendo como 13 años atrás. Ella es de esas personas que usan toda la cara para sonreír. Cabello apenas ondeado rubio, ojos celestes, tez blanca y algo similar a un Channel moderno y audaz cubría su cuerpo. Así salió de la casa. Tacos, pollera con tajo, blazer y camisa. Un andar meloso, sensual y llamativo. Demás esta decirles que recuerdo cada detalle como si lo viera en cámara lenta.
Bajé de mi auto antes que ella dejara la puerta de la casa. Caminé hacia su encuentro con entusiasmo pero sin ansiedad, como si me gustara pero no causara nada especial en mí. Nos abrazamos. Abrazados, nos miramos. Mirándonos, nos besamos.
Que ganas tenía de hacer esto –dijo ella.
Yo lo soñaba cada noche –dije sonriendo y con las mandíbulas apretadas.
Subimos al automóvil y charlamos de temas relacionados a lo que nos había sucedido en tan poco tiempo. Nos reímos mucho de toda la situación. De verdad que nos reímos mucho. Dimos algunas vueltas en automóvil por las zonas de pubs y bares de la ciudad.
Dónde me vas a llevar –preguntó.
A un lugar que nunca vas a olvidar en tu vida –dije mirando hacia adelante.
Era un pequeño bar de apenas 5 mesas y una ínfima barra. No había bombillas de luz, sólo velas en cada mesa o en lugares estratégicos. El piso de cemento desparejo no se veía. Cada mesa era diferente, al igual que cada silla. Cientos de adornos extravagantes pero cálidos decoraban el lugar. Madera y sólo madera ponderaba en el sitio.
Nos sentamos en una mesa al lado del ventanal que daba al mar. Esa zona, es una saliente de tierra que parece meterse en el océano Atlántico. Allí estaba ese pintoresco bar. La espuma de las olas se veía claramente, al igual que la luna y las estrellas. El daiquiri que pidió ella venia en una vasija de madera del tamaño de un mortero para aplastar legumbres. Mi margarita de Ananá, en cambio, parecía haber nacido junto con la piña que lo contenía.
Hablamos bastante. Reímos y jugueteamos. Puedo decirles que nos gustábamos realmente. De verdad. Con ganas. Simplemente que la distancia nos hizo imposible una relación clara, comprendí luego. Pero la magia del Messenger nos amalgamó en algo que, tal vez, sabíamos ambos que duraría poco.
Luego de beber, conversar, mirarnos, tocarnos, besarnos y bailar improvisadamente delante de otras 4 parejas que sonreían, decidimos irnos. Subimos al auto luego de separar las manos que traíamos unidas desde que salimos del bar. En el aire se respiraba erotismo, deseos, lujuria, amor, pasión.
Transitamos por la calle costera viendo el mar. A los pocos metros, se recostó sobre mi hombro y me confesó al oído que jamás había pasado una noche tan bella. Se disculpó antes de decir que, aunque parecía infantil, se había “casi” enamorado.
Fuimos a un hotel y nos quedamos allí toda la noche. Para mi fue una velada realmente inolvidable. En esos momentos de calma y charla que prosiguen al momento del amor, me confesó que estaba por separarse de su novio. Hacia un tiempo que lo venia pensando y esta situación le había dado la fuerza necesaria.
Estuvimos juntos el sábado. El domingo la acompañé a tomar su bus. El lunes seguimos charlando por Messenger con las mismas ganas. El martes, miércoles y jueves, tan cercanos y lejanos del fin de semana, hicieron notar que la distancia es el olvido, como lo esboza la letra de una canción.
La espuma del inicio había pasado. Ya no era igual. Pero verdaderamente sabíamos que la atracción mutua era imparable. Sólo la distancia nos impedía que creciera. Pero gracias al Messenger, fuimos manteniendo la llama encendida.
Estamos en el año 2003. Hoy ella está sola. Nos comunicamos periódicamente gracias al Messenger. Ciertos fines de semana, María viene a mi departamento a cenar y nos quedamos toda la noche juntos. Ambos sabemos que si viviéramos en la misma ciudad, todo sería diferente. Hoy que escribo estas líneas es viernes. Mañana nos veremos otra vez.
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