INICIO DE SESIÓN
Puedo decir que hace muchos años utilizo de manera intensiva a la red de redes. Desde su llegada semi masiva en 1995, la web me abrió a un nuevo mundo. Un mundo diferente, tranquilo, nervioso, informado, ignorante, mediocre, soberbio, limpio, sucio, trágico, alegre, popular y exclusivo. Si amigos, la aparición de Internet fue como si nos colocaran un tercer ojo y un nuevo hemisferio cerebral.
En 1996 comencé a navegar diariamente. En principio con miedo, después con ansiedad. Las primeras veces que uno navega va descubriendo a la red. Ese descubrimiento es paulatino, sin prisa pero sin pausa. Recuerdo que navegaba por paginas relacionadas a mi actividad de ese momento, buscadores, periódicos, páginas de deportes, chistes, juegos, algún chat y no mucho más que eso. En ese año ya había sobradas páginas relacionadas con sexo, pero pocas de amigos virtuales, buscadores de pareja, chats y demás.
Si hablamos de conocer gente, puedo decirles que, en rigor de verdad, la oferta era escasa. Por un lado porque no había muchas páginas y, por el otro, porque no todos podían acceder a Internet. Pocas maquinas conectadas, poca gente para conocer. Pero los chats avanzaban a pasos agigantados. Era increíble conseguir conectarse y hablar sentado frente a la computadora con una persona de quién sabe qué ciudad lejana.
El chat es, incluso hoy en día, una de las mejores maneras de iniciar relaciones. Uno logra conocer gente, compartir la soledad, distraerse, charlar y reírse con alguien. El mundo corre a una velocidad que nos induce a buscar alternativas de comunicación más veloces, efectivas, directas y prácticas. Y el chat ocupa uno de los lugares más importantes en el proceso de interconectividad que nos regala este siglo.
La red fue creciendo de manera impensada. En Estados Unidos, Europa, Asia y Sudamérica la Internet tomó un papel preponderante en la vida social, la información y los negocios. Aparecieron los primeros emprendedores con ideas innovadoras para aplicar. Recuerdo los años iniciales de El Sitio, Hotmail, Yahoo, Altavista, HotBoot, Lycos, Terra, Yupi, UOL y tantos otros. Algunos sólo eran buscadores y otros ya daban servicio de webmail.
Por esos tiempos, alguien, en algún lugar del mundo, inventó un sistema para intercomunicar computadoras llamado ICQ. (Sigue hoy vigente) Era un programa fantástico. Podía uno charlar en tiempo real con cualquier persona que también lo tuviera instalado en su maquina. Pensábamos que eso era lo máximo. Y vaya que uno le saco el jugo aprendiendo ciertas cuestiones que más adelante les contaré. El ICQ se transformó en una gran estrella. Fue el puntapié para que los navegantes comprendieran lo maravilloso que era estar conectado de “persona a persona”. Lo que yo denomino, la vida después del email.
Los años pasaron. Muchas páginas, sitios, chats y empresas se crearon y muchas desaparecieron. Pero cerca del año 2000, los amigos de Hotmail nos regalaron algo mejor. Mucho mejor.
Algunas personas no lo conocen. Otras pasan más tiempo con él que con su esposa, hijos, novio ó amigas. Se fue deslizando poco a poco en nuestras vidas y hoy es tan importante como el teléfono. Si tienen este libro en sus manos, seguramente ya suponen de quién estoy hablando. Por supuesto, del “Messenger”.
En este humilde libro él será la figura principal. Aunque no hable y no tenga un papel en primera persona, estará dentro de estas historias “siempre”. Sin el Messenger, nada de lo que les cuente podría haber sucedido. Nada.
Hotmail se transformó en uno de los sitios más importantes del mundo. Junto con Yahoo, son quienes dominan el mundo de los webmails gratuitos. Pero Hotmail tuvo una genial idea. Primero, desarrolló una masa crítica de personas que tuvieran su casilla de correo electrónico y, cuando nos tenía a todos allí, nos presentó el Messenger. El Messenger...! Un bello sistema para intercomunicar computadoras en tiempo real. Con prestaciones que jamás hubiéramos imaginado. Y además, con exagerada oferta y demanda de personas queriendo comunicarse.
Lo substancial es aquello que, hombres y mujeres, pueden lograr y obtener utilizando este simpático servicio. Y con esto me refiero a lo que más se consume en la red: Sexo y Amor. Suena un poco fuerte dicho de este modo. Pero la búsqueda de encuentros y relaciones con otra persona conlleva tácitamente la idea de encuentros reales en donde exista también la posibilidad de sexo.
Quizá les resulte extraño, pero el Messenger es un gran generador de encuentros entre hombres y mujeres. Gracias a él, hoy conocemos muchos casos de noviazgos nacientes, amores canallas, salidas tramposas, noches de lujuria, infidelidades impensadas, charlas indecentes, espiadas morbosas, rupturas de matrimonios, encuentros sexuales bizarros y miles de variantes que rozan lo inimaginable.
No es inoportuno, antes de proseguir, enunciar algunos datos sobre mi modesta pericia en el mundo virtual. Durante varios años invertí muchas horas de mi vida ensayando, probando y ejecutando todas las maneras posibles de “conocer personas del sexo opuesto”. He conversado, hasta hoy, con innumerables mujeres utilizando los distintos chats, sistemas para buscar pareja y sitios temáticos. He avanzado y concretado encuentros en bares y locales nocturnos. Y he tenido sexo con mucha de ellas. No pretendo el crédito ni la admiración de los lectores racionales, pero mis blandas habladurías tienen cimientos sólidos.
Puede uno conocer a una mujer y en 50 minutos estar en la cama haciendo el amor? Si fuera en un bar o en una fiesta privada, es posible que la respuesta sea sí. Si fuera a través del Messenger, entre dos personas sentadas frente a sus computadoras, la respuesta sería no. Pero no duden, porque también es posible. Y no hablo de sexo virtual.
Recuerdo una tarde de sábado del año 2001. Luego de conocer a una señorita en una sala de Chat, intercambiamos nuestros emails para continuar la charla a través del Messenger. Contando desde ese preciso instante y hasta el momento en que ella estaba desnuda delante de mí sólo habían pasado 50 minutos. Y no era una chica fácil ni alocada. Todo lo contrario.
Cómo hice yo (y tantos otros) para lograr esto? Por qué quiso ella que sucediera? Por qué ocurre cada vez más seguido? Qué nos pasa que somos tan distintos delante de una computadora? Cuál es la razón para que una mujer normal y común haga eso? Por qué un hombre felizmente casado busca mujeres por Internet? Por qué una mujer soltera, de novia o madre y esposa hace lo mismo? Por qué el Messenger nos esta cambiando tanto? Por qué todos quieren tener una experiencia de este tipo algún día?
Magia. Esa es mi respuesta. La “Magia” del Messenger. Una magia de la que no es posible salir fácilmente. Una magia que se transforma en un vicio, en una necesidad.
Por qué somos tan distintos frente al monitor? Delante de una computadora, parecería que el cerebro trabaja en otra frecuencia. Cuando uno escucha Radio, el sonido despierta la imaginación “visual”. Cuando uno mira televisión, todo esta resuelto en “imagen y sonido”. Pero cuando uno conversa con una mujer o un hombre frente a su computadora, se ponen en funcionamiento otras partes del cerebro: aparece lo mejor de nuestra imaginación, el morbo, la lujuria, las fantasías, los deseos reprimidos y la alegría adolescente. La libido fluye, se acelera la saliva, la adrenalina desborda, el corazón bombea más rápido y nuestras hormonas actúan.
Ese cocktail explosivo no nos permite pensar claramente. Las ilusiones, los deseos y las fantasías se amalgaman con un alto grado de desinhibición. Nuestras carencias de afecto, estima, seguridad, seducción y sexo, pueden remediarse al conocer otras personas. Y como si todo esto fuera poco, nadie nos ve, nadie nos escucha y nada queda registrado. Resultado? Un ámbito propicio para dar rienda suelta “a lo que sea”. Al fin de cuentas, siempre tenemos la posibilidad de apagar la computadora y desaparecer.
Casadas, solteras, separadas, viudas y de novia. Viejas, jóvenes, adolescentes y casi niñas. Sin estudios, cultas, profesionales, amas de casa y desocupadas. Rubias, morochas, coloradas, con reflejos y canosas. Altas, bajas, flacas y gordas. Todas están en el Messenger. Exactamente lo mismo que sucede con los hombres.
Conocer a alguien por Internet y conversar, tiene un proceso. Si ustedes me permiten haré una comparación con el mundo real: cuando conocen a alguien en un chat, es como si lo hicieran en un local bailable. Otra gente le hablará a tu chica y otras chicas te hablarán a ti. Hay mucho “ruido” y no es posible mantener una charla “constante y personalizada”. Qué podemos hacer entonces? Pues ir hacia los “reservados”. A esa tranquila zona del local donde se puede “hablar” de manera privada y singular. Pasamos entonces al Messenger. Ella te da su email o tú a ella. Alguien agrega a alguien a su lista de contactos y comienza la charla apacible e intima.
En ese momento nuestro cerebro ha comenzado a prepararse para el ataque o para dejarse atacar. Si tienen intenciones claras de conocer a una persona a través del Messenger, sus mentes experimentarán una aceleración inconsciente casi instintiva. Se produce una fuerte y aguda actividad cerebral que predispone a los navegantes a aceptar casi cualquier verdad.
Esto resulta simple mientras uno comprenda que, del otro lado del monitor, hay una persona. Un ser humano. Hombre o mujer. Pero con deseos, sentimientos, sueños, fantasías y anhelos. Y por supuesto muy bien predispuesto, ya que nadie ingresa a un chat o a conversar por el Messenger sin ganas de hacerlo.
Supongamos que tu, lector amigo, conoces a alguien en un chat. Luego de unos cuantos minutos deciden entregarse al Messenger para conversar tranquilos. Comienzan a charlar con un poco más de desinhibición. La mente predispone al cuerpo y el rito de seducción avanza. Si la mujer dice que es rubia, linda y de buenas formas, tu cerebro va a imaginar eso. Si el varón dice que es alto, de ojos azules y cuerpo atlético, tú lo visualizarás así. Esa es parte de la “magia” que produce el Messenger. Cada uno verá lo que quiere ver. Cada uno creerá lo que prefiere creer. Y esa situación nos lleva, inevitablemente, a la “idealización” de la otra persona.
Particularmente no es mi estilo mentir en Internet. Pero según la necesidad, he adoptado diferentes identidades o personajes dentro de la red. Y les aseguro que interpreté los distintos disfraces como algo más que un tema de liberación personal.
Tanto para las personas con las que chateo como para mí, ese disfraz nunca es una simple impostura o burla. Es, en realidad, la pretensión de expandir el efecto de la “percepción ajena”. Es el que lee quien, enfrentado a mi personaje y mis palabras, se engaña a sí mismo dejando que su mirada sobre las letras que escribo le infunda a su cerebro credibilidad y autenticidad sobre mi forma de ser.
Yo no engaño a nadie. Cada uno acepta o rechaza mi verdad modificada. Claro que, cuando el navegante ya tiene experiencia, el cerebro comienza a creer menos en lo que lee y prefiere pasar a otras instancias probatorias como solicitar una fotografía a la otra persona o mirarse por la web cam.
Ustedes se preguntarán por qué se produce este fenómeno?
Existen muchas razones que se conjugan. Por ejemplo, puedo asegurarles que a casi todas las mujeres les ronda la fantasía de conocer a un hombre a través de Internet, sólo por el hecho de contárselos a sus amigas en el gimnasio. Una vez que esa dama se lo cuenta a sus amigas, se produce el denominado efecto “simpatía”. El mismo que producen las bombas al explotar. En cuanto una de esas bombas estalla, todas las demás lo hacen. O por lo menos, quieren hacerlo.
La curiosidad y el capricho de pasar por la misma experiencia, invaden a la mujer. (De igual modo al hombre) Si su amiga lo hizo, ella también puede hacerlo. De hecho, su amiga no tuvo inconvenientes con su novio o esposo porque éste jamás se enteró. El anonimato está garantizado y la desaparición fugaz del Messenger nos asegura una retirada sin problemas. Entonces, por qué no hacerlo?
Los machos no se quedan atrás. El chat y el Messenger brindaron a los hombres la posibilidad de conocer y seducir mujeres a diario. Desde su casa, su oficina o en un escondido café. Casi sin querer engañan a sus novias y esposas conversando con otras mujeres. Se inscriben en sitios de encuentros, chatean con otras damas, hablan con adolescentes y hasta miran fotografías pornográficas de “todos” los géneros.
El varón es insaciable. Tal vez respondiendo a sus instintos y usufructuando las facilidades que le entrega Internet, hace en ella todo lo que puede. Y eso quiere decir que encuentra en la red el sitio propicio para saciar sus deseos más variados.
Hablemos también de las prestaciones del Messenger en comercios y empresas. De hecho es una herramienta útil en la oficina: podemos utilizarlo para enviar documentos, audios, archivos de texto, planillas de cálculo, mensajes instantáneos y, por supuesto, conversar con nuestros compañeros o compañeras de trabajo. Es decir, seducir a esa persona que nos gusta pero que resultaría peligroso hacerlo de manera tradicional. Con el Messenger cualquiera puede tomar la iniciativa manteniendo la discreción y reserva necesarias.
Es posible, gracias a él, realizar un trabajo de hormiga en el cerebro de una compañera de trabajo. Minuto a minuto podemos estar junto a ella con mensajes oportunos, caritas expresivas, frases picaras, un poco de erotismo o dudas sobre sexo. Pero todo a sabiendas de que nuestros compañeros de trabajo (y su marido) jamás podrán enterarse. Esto resguarda a la mujer, la libera en todas sus facetas opresivas y la predispone de una forma que en ningún otro ámbito podría hacerlo.
-----------------------------------------------------------------------------------------------