CERCA DE LOS 30
Pongamos ejemplos y veamos consecuencias. Ella estuvo 5 años de novia. Un impensado día, rompe para siempre con su hombre. Hoy, a los 29 años, el impertinente destino la dejó sola. De un día para el otro ya no suena el teléfono, no hay salidas a cenar, ni cumpleaños de parientes recíprocos para compartir. Cuando algo así sucede, el alma queda en silencio como una habitación vacía. Casi inmediatamente ella querrá llenarla de ruido, luz y vida.
Al principio recibirá el consuelo de sus amigas. Tratarán de animarla y saldrán juntas como en los viejos buenos tiempos. Pero algunas de sus inseparables compañeras ya se casaron y otras planean hacerlo en poco tiempo. Las que no, están muy bien con sus novios y las juergas nocturnas de antaño, son parte del recuerdo. Sí, sola cerca de los 30.
En otra latitud de la ciudad, un muchacho cualquiera padece similar sufrimiento. Estuvo 6 años junto a su novia. Planeó una vida compartida y, casi sin querer, también su noviazgo se esfumó. Ahora, a los 31 años, se emborracha con sus amigos, estrena una camisa, cambia el corte de pelo y frecuenta mujeres que odia.
Ella 29. Él 31. Dos almas en soledad que deambulan por el mundo con un leve sabor a fracaso. Pero el mundo les habla y la tecnología les ayuda a irlo. No hace falta sospechar que, en poco tiempo, ambos estarán rondando Internet, el chat, el Messenger y cuanto sitio sirva para conocer a alguien.
De acuerdo a las investigaciones, la mayoría de los inscriptos “activos” en sitios de búsqueda de pareja, tienen entre 26 y 39 años. No es difícil imaginar que la vida social reducida, las obligaciones cotidianas y la insuficiente oferta de gente “sin compromisos”, atenta contra las intenciones de esos hombres y mujeres en el mundo real.
Es bien sabido que ésta resulta ser una franja de edad en la que tanto hombres como mujeres, por terror a la soledad eterna, se aproximan sentimentalmente a quienes menos les convienen. Pero se dan cuenta tarde. Y nuevamente los inunda el fracaso y la desesperanza.
Sin embargo, la vida siempre da revancha. Y aunque ellos se rían a carcajadas cuando se reúnen con sus amigos, estarán pensando en cómo conseguir una pareja que los mime, que los quiera y que los invite a creer en el amor.
Por eso, las salas de chat, el Messenger, los sitios de búsqueda de pareja, los foros de discusión o las redes sociales, se transforman prontamente en los lugares elegidos por ellos para conocer a ese “alguien”.
Hombres y mujeres solitarios se inscriben, colocan sus fotos y describen cómo son y qué desean encontrar. Completar la ficha en estos sitios de búsqueda de pareja no es tarea sencilla. Los más experimentados saben que resulta vital provocar en el lector una mínima intriga, mística y fascinación.
Existen muchos sitios de este tipo. Algunos son pagos, otros gratuitos. Aquellos que requieren de un abono, entregan igualmente la posibilidad de enviar besos, flechazos o regalos virtuales a la persona que nos agrada. Pero en todos los casos resulta prácticamente imposible tomar contacto con el otro, ya que no podemos escribirle ni conocer su dirección de email. Por supuesto que esta es la manera en que nos empujan a que paguemos la membresía correspondiente.
Pero existe una manera de lograr contacto gratis. Y es muy sencilla. Paso a detallarla: cuando uno se inscribe en estos sitios, debe introducir su “Nick”. Ese será el nombre con el que los otros navegantes nos verán y recordarán. Pues bien, simplemente anota como tu nick la primera parte de tu dirección de Messenger. Si tu email de Hotmail es juan1234@hotmail.com , inscríbete como juan1234.
Pero cuidado, porque la dirección de email que asientes en tu ficha, no debe ser la misma de la que sacaste la frase inicial de tu nick. Debe ser otra distinta. Puedes elegir una de Hotmail, Yahoo o del proveedor que desees. Pero distinta. Queda en los demás navegantes darse cuenta de la treta. Aunque me atrevo a decir que este salto a las restricciones, ya es de dominio público. Más aún cuando lean este libro.
De manera tal que, volviendo a los hombres y mujeres solitarios, el uno y el otro se esforzarán por conseguir de manera rápida y eficaz, la técnica para hallar a la persona que los cautive.
Aunque algunos detractores los definan como sitios de solterones o solteronas, puedo asegurarles que no es el mote adecuado. Además, es usual que quienes así los califican, no hayan sufrido aún la soledad en sus entrañas. De cualquier modo estos sitios existen y funcionan exitosamente en todo el planeta. Unen almas desoladas y hasta generan matrimonios tan sólidos como rocas. Si de otro modo fuera, es incomprensible que diariamente sean más y más los navegantes que se inscriben.
Supongamos que alguno de ustedes esta viviendo una situación similar a la que describimos. Sea con mayor o menor edad, eso no importa ahora. Si así fuera, yo les aconsejo que se inscriban en todos los sitios de búsqueda de parejas que conozcan, que naveguen por todos los chats, que utilicen las redes sociales y que vuelquen toda su energía en esta labor.
Sin dudas conocerán muchas personas. Conocerán su historia y sus deseos. Conocerán qué están buscando, quiénes son, dónde desarrollan su vida y porqué se eligieron mutuamente. Mantendrán charlas excitantes y experimentarán momentos de gran felicidad y dicha. Y si esta situación sirve para hacernos la vida más feliz y llevadera, pues entonces, adelante. La tecnología también esta hecha para darnos satisfacciones interiores. No les parece...?
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LA MUJER Y EL MESSENGER.
Comencemos a profundizar acerca de la relación que existe entre el Messenger y las mujeres. En primer lugar lo haremos con aquellas damas que están casadas. Los niños, la ropa, los quehaceres diarios, la comida, el supermercado, el perro y, tal vez, su trabajo fuera del hogar. La mujer desarrolla tareas todo el día para mantener su casa en orden. Esta pendiente de todo, menos de ella.
Pero la mujer también tiene “fantasías”. También sueña y piensa en alguna aventura con otro hombre sin por ello dejar de amar a su marido o de mantener su casa. Es simplemente una fantasía. Acaso no lo hacen casi todos los hombres? Ellas lo saben. Los maridos son, cuando menos, infieles una vez en la vida. Y hoy, el Messenger, les da a las mujeres la posibilidad de concretar una aventura amorosa desde el living de su casa sin que la vean, sin que la escuchen y sin poner en riesgo la estabilidad de su matrimonio. Aunque ustedes, hombres amigos, no lo acepten.
Cuando ella esta sola, sin nadie que la interrumpa, todo el planeta le aparece disponible desde la comodidad de su casa, su oficina o en un ciber. Cientos de hombres disponibles por conocer, con sus fotos, de su misma ciudad y muy deseosos de mantener una relación aventurera, sin compromisos y sin ataduras. Justo lo que ella necesita o fantasea. Y un día sucede. Un día, finalmente, ella y su computadora se encuentran.
Las amigas le comentaron, una vecina se lo dijo, algo vio en la TV, la hija le dio algunas pistas sin saberlo o se cautivo con la película “Tienes un email”. Cierto día, esta mujer casada toma la máquina y comienza a indagar y a preguntarse de qué se trata el asunto. Este es el comienzo, pero no sabemos el final.
Si todo sucede como la dama desea que suceda, seguramente encontrará a un hombre menor o mayor que ella, soltero o casado, divorciado de treinta o un joven veinteañero con el sexo urgente. Su esposo puede estar seguro que jamás se enterará que ella utiliza el Messenger para entablar una relación idílica o fantasiosa con un hombre. (Tampoco ella se enterará si él hace lo mismo) Todo es posible con las prestaciones que el Messenger tiene para darnos, tanto a los hombres como a las mujeres.
He hablado y he conocido mujeres casadas. Con algunas de ellas, hemos salido y tenido sexo. Con otras sucedía algo extraño que me gustaría contarles: cuando se acercaba el momento en el que todo estaba dado para el encuentro, ellas determinaban no proseguir. Parecía que se contentaban con saber que “podrían haberlo hecho”. Ya estaban satisfechas al saber que también podían, pero no querían arriesgar nada.
Continuemos. Tal vez ella no sea la “clásica” ama de casa y trabaje fuera, sea profesional o empleada administrativa. Si la computadora de su trabajo tiene acceso a Internet, pueden estar seguros que tiene un email y conoce el Messenger. Y también, se los garantizo, habrá alguien que comenzará a seducirla. Este es un punto importante a tener en cuenta: ya no depende si la mujer busca a un hombre, sino, que ella será “tentada” tarde o temprano.
Esa tentación llegará de la mano de un compañero de trabajo, proveedor, amigo o ese hombre que conoció una tarde cuando incursionó en el chat. Tanto hombres como mujeres desean conocer gente distinta, nueva y alejada de su círculo. Para el Messenger no hay buenos y malos. Los hombres no son malos. Las mujeres no son malas. Son criaturas con deseos y anhelos. Con partes de su persona que le piden a gritos vibrar y hacer algo distinto. Y sepan amigos que el Messenger nos acerca a todo eso.
Existen casos curiosos en mi haber. Como el ejemplo de una mujer casada, dedicada a las artes plásticas con la que conversamos durante un tiempo por Messenger. Ella poseía webcam y le agradaba que uno “la observara”. Se deleitaba mostrando su cara y su cuerpo vestido, desvestido, bailando, tocándose los senos y sus zonas más intimas. La particularidad de esta mujer es que lo hacia desde su casa y mientras su marido dormía la siesta o era la madrugada. Parecía que disfrutaba de manera “vengativa” el contactarse con otros hombres estando su marido cerca. Pero él, no lo sabía.
Aun hoy veo a otra amiga que conocí por el Messenger. Yo le digo “La colo” por su cabellera rojiza. Es una mujer encantadora, de finas curvas, buen ánimo y muchas ganas de divertirse. Es una madre ejemplar y una trabajadora muy responsable. Pero la magia del Messenger la envolvió y quedo atrapada allí.
Fui la primera persona con la que salió como resultado de su curiosidad por Internet. Los chats y el Messenger. Conversamos mucho tiempo, hablamos de todos los temas imaginables y nos sedujimos hasta límites insospechados. El primer día que pudimos vernos cara a cara, nos besamos en mi auto y, mientras lo hacíamos, sonó su teléfono celular. Del otro lado se escuchó la voz del marido. Ella comenzó a temblar y ponerse pálida, pero supo controlar la situación. Han pasado casi 2 años de esto y hoy continuamos viéndonos esporádicamente. También ahora su marido sigue llamando mientras estamos juntos sin sospechar algo siquiera.
Por supuesto que ella le contó su experiencia a varias amigas intimas. Hoy sé que algunas de esas amigas han seguido los pasos de “La Colo” por curiosidad, por la simplicidad, por el anonimato y, fundamentalmente, por la aventura que implica en sí mismo este acto de rebeldía anónima.
No es inoportuno recordar que para una mujer casada, nada mejor que otro hombre comprometido. Esto le garantiza a ella cierta tranquilidad, ya que ambos están en las mismas condiciones y existen menos posibilidades de que la otra persona se torne cargosa, densa o ponga en peligro su matrimonio.
El extremo también es parte de la fantasía de la mujer casada: una dama de 38 teniendo una aventura con cierto joven de 23. Por supuesto que esto sucede a menudo con solteras o divorciadas, pero no es lo más común en mujeres casadas. La mujer no pone deliberadamente en riesgo todo lo que ha construido. En ese sentido, es menos arriesgada que el hombre.
Dadas mis vivencias, debo confesarles algo. Creo que en momentos de cordura y sensatez, esas experiencias permitieron inducirme al razonamiento lógico y proyectivo y he llegado a una conclusión: El Messenger puede ser devastador en un matrimonio. Podrá transformarse en un “RompeHogares”? Mujeres y hombres serán los culpables. Mujeres y hombres harán aquello que el Messenger les deje hacer y, como ustedes saben, este programa permite todo.
En cierta revista leí una nota de una mujer casada en el que comentaba cómo los contactos por Internet habían despertado su adormecida sexualidad. Imagínense entonces que, una circunstancia así, podría llevar a un replanteo de la pareja o ser la causa de una separación. Por supuesto que todo dependerá del amor, la fortaleza y la solidez que tenga esa pareja. Pero hay que prestar atención.
Dejemos por un momento a las mujeres casadas. También las hay solteras o de novia. En ambos casos, el nivel de compromiso con su pareja es diferente al de una “esposa”.
Un sábado por la noche dos jóvenes se encuentran en un bar. Ella y él son solteros. Conversan, beben y ríen. Lo más probable es que no se intercambien sus teléfonos, sino, modernidad de por medio, sus emails. A diferencia de otros tiempos en donde obtener el teléfono de una dama era una proeza, hoy el premio es el email.
Ellas lo entregan sin problemas, porque les garantiza que el muchacho no va a llamar por teléfono incansablemente. Pueden charlar por Messenger durante la semana e incluso combinar desde allí las salidas en días posteriores.
Tantas veces las chicas proveen su email a diferentes chicos, que finalmente su lista de contactos es enorme. El Messenger parece un espejo de aquellos bares en donde fue conociendo a cada muchacho. Ahora, desde su computadora, ella mantiene el control y seduce, presume, conversa e intima con quienes desea y cuando le place.
En estos casos, la mujer redobla su poder en relación al rito de la conquista. Desde su teclado devenido en trinchera, maneja las situaciones a gusto y se transforma en una “administradora de hombres”.
Todas las mujeres, tanto casadas, solteras o de novia, “juegan” en el Messenger como lo hacen en la vida real. Este juego esta básicamente ligado a manipular -desde la escritura- las percepciones y fantasías del hombre. Quizá no muestran su escote, pero juegan con el doble sentido. No exponen sus piernas torneadas, pero disparan frases que el hombre “visualiza”. No susurran al oído, pero preguntan al hombre sobre sus gustos sexuales. No bailan de manera sensual, pero saben que cierto “meneo” de oraciones puede poner en jaque la cordura de un macho.
También existen las mujeres menos osadas y que mantienen cierta formalidad. Si bien es parte del crisol de damas, son pocas en la gran masa de navegantes femeninos. Estas son aquellas que claramente manifiestan su deseo de tener, en principio, una “linda amistad”. Pasado un interminable período de charlas ambiguas, aceptan una salida con ciertos requisitos harto predecibles: Primero, debe ser de día. Segundo, en una cafetería del centro. Tercero, ambos se encuentran directamente en el local. Son mujeres temerosas, inseguras y teñidas de modales algo arcaicos.
También nos encontramos con las “intrépidas”, aquellas que adoptan una postura mucho más liberal y superada. Mujeres con una energía especial que consiguen casi todo lo que desean y manejan a su antojo las situaciones. Entran en la vida de un hombre con tanta rapidez como con la que salen. Son simpáticas, sensuales en la escritura y presentan una altísima lucidez frente al juego que están jugando.
Las mujeres ancianas o de la tercera edad también se acercan a Internet, el email, los sitios de búsquedas y el Messenger. Lo hacen con lentitud y miedo. Preguntan a quien tengan cerca ante cada paso que están por dar frente a una nueva pantalla. Piden a otra persona que le abra su casilla de email y hasta tienen anotado en un papel su nombre de usuario y contraseña. Usualmente utilizan las prestaciones de la web para comunicarse con familiares que viven en otro país o, según el caso, con un hombre de la misma edad, viudo como ella y al que seducen con poemas de amor.
En el lado opuesto, para las niñas jóvenes, Internet se ubica en el rango de juego más que como un atajo hacia el camino de encuentros reales. Aquellas que aún transitan la preadolescencia, practican los juegos de seducción con otros fines menos adultos usualmente apoyados con complementos como Factbook, Twister y Blogs propios. La amistad se entremezcla con el coqueteo. Es para ellas un recurso más y no una herramienta indispensable. De todos modos, gracias al Messenger, mantienen encendida a lo largo de los días, la llama de su actual Romeo, de un amor imposible o de aquel muchacho que conocieron en verano en ese balneario costero.
Es por eso que mujeres de todas las edades, estratos sociales y estado civil, irremediablemente, se van a encontrar con el email y el Messenger. No importa cuándo. Puede ser que actualmente ya lo utilicen o puede ser que comiencen mañana. La modernidad las empuja, en principio, hacia ese destino. Nadie podrá escapar a esto. Luego, otras cuestiones que ya hemos visto, la mantendrán activa o expectante ante las infinitas posibilidades que entrega la red. Por ejemplo, sentirse más acompañada por un hombre virtual que por quien duerme en su cama.
LA MUJER Y EL MESSENGER.
Comencemos a profundizar acerca de la relación que existe entre el Messenger y las mujeres. En primer lugar lo haremos con aquellas damas que están casadas. Los niños, la ropa, los quehaceres diarios, la comida, el supermercado, el perro y, tal vez, su trabajo fuera del hogar. La mujer desarrolla tareas todo el día para mantener su casa en orden. Esta pendiente de todo, menos de ella.
Pero la mujer también tiene “fantasías”. También sueña y piensa en alguna aventura con otro hombre sin por ello dejar de amar a su marido o de mantener su casa. Es simplemente una fantasía. Acaso no lo hacen casi todos los hombres? Ellas lo saben. Los maridos son, cuando menos, infieles una vez en la vida. Y hoy, el Messenger, les da a las mujeres la posibilidad de concretar una aventura amorosa desde el living de su casa sin que la vean, sin que la escuchen y sin poner en riesgo la estabilidad de su matrimonio. Aunque ustedes, hombres amigos, no lo acepten.
Cuando ella esta sola, sin nadie que la interrumpa, todo el planeta le aparece disponible desde la comodidad de su casa, su oficina o en un ciber. Cientos de hombres disponibles por conocer, con sus fotos, de su misma ciudad y muy deseosos de mantener una relación aventurera, sin compromisos y sin ataduras. Justo lo que ella necesita o fantasea. Y un día sucede. Un día, finalmente, ella y su computadora se encuentran.
Las amigas le comentaron, una vecina se lo dijo, algo vio en la TV, la hija le dio algunas pistas sin saberlo o se cautivo con la película “Tienes un email”. Cierto día, esta mujer casada toma la máquina y comienza a indagar y a preguntarse de qué se trata el asunto. Este es el comienzo, pero no sabemos el final.
Si todo sucede como la dama desea que suceda, seguramente encontrará a un hombre menor o mayor que ella, soltero o casado, divorciado de treinta o un joven veinteañero con el sexo urgente. Su esposo puede estar seguro que jamás se enterará que ella utiliza el Messenger para entablar una relación idílica o fantasiosa con un hombre. (Tampoco ella se enterará si él hace lo mismo) Todo es posible con las prestaciones que el Messenger tiene para darnos, tanto a los hombres como a las mujeres.
He hablado y he conocido mujeres casadas. Con algunas de ellas, hemos salido y tenido sexo. Con otras sucedía algo extraño que me gustaría contarles: cuando se acercaba el momento en el que todo estaba dado para el encuentro, ellas determinaban no proseguir. Parecía que se contentaban con saber que “podrían haberlo hecho”. Ya estaban satisfechas al saber que también podían, pero no querían arriesgar nada.
Continuemos. Tal vez ella no sea la “clásica” ama de casa y trabaje fuera, sea profesional o empleada administrativa. Si la computadora de su trabajo tiene acceso a Internet, pueden estar seguros que tiene un email y conoce el Messenger. Y también, se los garantizo, habrá alguien que comenzará a seducirla. Este es un punto importante a tener en cuenta: ya no depende si la mujer busca a un hombre, sino, que ella será “tentada” tarde o temprano.
Esa tentación llegará de la mano de un compañero de trabajo, proveedor, amigo o ese hombre que conoció una tarde cuando incursionó en el chat. Tanto hombres como mujeres desean conocer gente distinta, nueva y alejada de su círculo. Para el Messenger no hay buenos y malos. Los hombres no son malos. Las mujeres no son malas. Son criaturas con deseos y anhelos. Con partes de su persona que le piden a gritos vibrar y hacer algo distinto. Y sepan amigos que el Messenger nos acerca a todo eso.
Existen casos curiosos en mi haber. Como el ejemplo de una mujer casada, dedicada a las artes plásticas con la que conversamos durante un tiempo por Messenger. Ella poseía webcam y le agradaba que uno “la observara”. Se deleitaba mostrando su cara y su cuerpo vestido, desvestido, bailando, tocándose los senos y sus zonas más intimas. La particularidad de esta mujer es que lo hacia desde su casa y mientras su marido dormía la siesta o era la madrugada. Parecía que disfrutaba de manera “vengativa” el contactarse con otros hombres estando su marido cerca. Pero él, no lo sabía.
Aun hoy veo a otra amiga que conocí por el Messenger. Yo le digo “La colo” por su cabellera rojiza. Es una mujer encantadora, de finas curvas, buen ánimo y muchas ganas de divertirse. Es una madre ejemplar y una trabajadora muy responsable. Pero la magia del Messenger la envolvió y quedo atrapada allí.
Fui la primera persona con la que salió como resultado de su curiosidad por Internet. Los chats y el Messenger. Conversamos mucho tiempo, hablamos de todos los temas imaginables y nos sedujimos hasta límites insospechados. El primer día que pudimos vernos cara a cara, nos besamos en mi auto y, mientras lo hacíamos, sonó su teléfono celular. Del otro lado se escuchó la voz del marido. Ella comenzó a temblar y ponerse pálida, pero supo controlar la situación. Han pasado casi 2 años de esto y hoy continuamos viéndonos esporádicamente. También ahora su marido sigue llamando mientras estamos juntos sin sospechar algo siquiera.
Por supuesto que ella le contó su experiencia a varias amigas intimas. Hoy sé que algunas de esas amigas han seguido los pasos de “La Colo” por curiosidad, por la simplicidad, por el anonimato y, fundamentalmente, por la aventura que implica en sí mismo este acto de rebeldía anónima.
No es inoportuno recordar que para una mujer casada, nada mejor que otro hombre comprometido. Esto le garantiza a ella cierta tranquilidad, ya que ambos están en las mismas condiciones y existen menos posibilidades de que la otra persona se torne cargosa, densa o ponga en peligro su matrimonio.
El extremo también es parte de la fantasía de la mujer casada: una dama de 38 teniendo una aventura con cierto joven de 23. Por supuesto que esto sucede a menudo con solteras o divorciadas, pero no es lo más común en mujeres casadas. La mujer no pone deliberadamente en riesgo todo lo que ha construido. En ese sentido, es menos arriesgada que el hombre.
Dadas mis vivencias, debo confesarles algo. Creo que en momentos de cordura y sensatez, esas experiencias permitieron inducirme al razonamiento lógico y proyectivo y he llegado a una conclusión: El Messenger puede ser devastador en un matrimonio. Podrá transformarse en un “RompeHogares”? Mujeres y hombres serán los culpables. Mujeres y hombres harán aquello que el Messenger les deje hacer y, como ustedes saben, este programa permite todo.
En cierta revista leí una nota de una mujer casada en el que comentaba cómo los contactos por Internet habían despertado su adormecida sexualidad. Imagínense entonces que, una circunstancia así, podría llevar a un replanteo de la pareja o ser la causa de una separación. Por supuesto que todo dependerá del amor, la fortaleza y la solidez que tenga esa pareja. Pero hay que prestar atención.
Dejemos por un momento a las mujeres casadas. También las hay solteras o de novia. En ambos casos, el nivel de compromiso con su pareja es diferente al de una “esposa”.
Un sábado por la noche dos jóvenes se encuentran en un bar. Ella y él son solteros. Conversan, beben y ríen. Lo más probable es que no se intercambien sus teléfonos, sino, modernidad de por medio, sus emails. A diferencia de otros tiempos en donde obtener el teléfono de una dama era una proeza, hoy el premio es el email.
Ellas lo entregan sin problemas, porque les garantiza que el muchacho no va a llamar por teléfono incansablemente. Pueden charlar por Messenger durante la semana e incluso combinar desde allí las salidas en días posteriores.
Tantas veces las chicas proveen su email a diferentes chicos, que finalmente su lista de contactos es enorme. El Messenger parece un espejo de aquellos bares en donde fue conociendo a cada muchacho. Ahora, desde su computadora, ella mantiene el control y seduce, presume, conversa e intima con quienes desea y cuando le place.
En estos casos, la mujer redobla su poder en relación al rito de la conquista. Desde su teclado devenido en trinchera, maneja las situaciones a gusto y se transforma en una “administradora de hombres”.
Todas las mujeres, tanto casadas, solteras o de novia, “juegan” en el Messenger como lo hacen en la vida real. Este juego esta básicamente ligado a manipular -desde la escritura- las percepciones y fantasías del hombre. Quizá no muestran su escote, pero juegan con el doble sentido. No exponen sus piernas torneadas, pero disparan frases que el hombre “visualiza”. No susurran al oído, pero preguntan al hombre sobre sus gustos sexuales. No bailan de manera sensual, pero saben que cierto “meneo” de oraciones puede poner en jaque la cordura de un macho.
También existen las mujeres menos osadas y que mantienen cierta formalidad. Si bien es parte del crisol de damas, son pocas en la gran masa de navegantes femeninos. Estas son aquellas que claramente manifiestan su deseo de tener, en principio, una “linda amistad”. Pasado un interminable período de charlas ambiguas, aceptan una salida con ciertos requisitos harto predecibles: Primero, debe ser de día. Segundo, en una cafetería del centro. Tercero, ambos se encuentran directamente en el local. Son mujeres temerosas, inseguras y teñidas de modales algo arcaicos.
También nos encontramos con las “intrépidas”, aquellas que adoptan una postura mucho más liberal y superada. Mujeres con una energía especial que consiguen casi todo lo que desean y manejan a su antojo las situaciones. Entran en la vida de un hombre con tanta rapidez como con la que salen. Son simpáticas, sensuales en la escritura y presentan una altísima lucidez frente al juego que están jugando.
Las mujeres ancianas o de la tercera edad también se acercan a Internet, el email, los sitios de búsquedas y el Messenger. Lo hacen con lentitud y miedo. Preguntan a quien tengan cerca ante cada paso que están por dar frente a una nueva pantalla. Piden a otra persona que le abra su casilla de email y hasta tienen anotado en un papel su nombre de usuario y contraseña. Usualmente utilizan las prestaciones de la web para comunicarse con familiares que viven en otro país o, según el caso, con un hombre de la misma edad, viudo como ella y al que seducen con poemas de amor.
En el lado opuesto, para las niñas jóvenes, Internet se ubica en el rango de juego más que como un atajo hacia el camino de encuentros reales. Aquellas que aún transitan la preadolescencia, practican los juegos de seducción con otros fines menos adultos usualmente apoyados con complementos como Factbook, Twister y Blogs propios. La amistad se entremezcla con el coqueteo. Es para ellas un recurso más y no una herramienta indispensable. De todos modos, gracias al Messenger, mantienen encendida a lo largo de los días, la llama de su actual Romeo, de un amor imposible o de aquel muchacho que conocieron en verano en ese balneario costero.
Es por eso que mujeres de todas las edades, estratos sociales y estado civil, irremediablemente, se van a encontrar con el email y el Messenger. No importa cuándo. Puede ser que actualmente ya lo utilicen o puede ser que comiencen mañana. La modernidad las empuja, en principio, hacia ese destino. Nadie podrá escapar a esto. Luego, otras cuestiones que ya hemos visto, la mantendrán activa o expectante ante las infinitas posibilidades que entrega la red. Por ejemplo, sentirse más acompañada por un hombre virtual que por quien duerme en su cama.
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EL HOMBRE Y EL MESSENGER.
El macho no puede ser monógamo, dice un amigo mío.
Para el hombre de cualquier latitud, el Messenger se ha transformado en un feliz aliado. Casi en el mejor amigo. De día, de tarde, en horario de trabajo, a la noche, de vacaciones, en la casa de un amigo o muy cerca de su esposa, el varón hace uso y abuso del Messenger.
El macho no puede ser monógamo, dice un amigo mío.
Para el hombre de cualquier latitud, el Messenger se ha transformado en un feliz aliado. Casi en el mejor amigo. De día, de tarde, en horario de trabajo, a la noche, de vacaciones, en la casa de un amigo o muy cerca de su esposa, el varón hace uso y abuso del Messenger.
Quiero ser considerado con mis amigos los hombres. Pero es menester aclarar que el Messenger no discrimina. Si no existieran mujeres que demandan conocer hombres, la cacería del macho no tendría razón de ser. De manera que, como el huevo o la gallina, no sabemos quién es el primero en iniciar la cadena.
El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia y, en el medio de ésta, el hombre y la mujer. Naturalmente el varón es quién toma la iniciativa en el arte de la conquista. La genética es inexorable aún cuando se manifieste en el plano cibernético.
El caballero avezado ha desarrollado un agudo sentido de la conquista y el enamoramiento en el mundo real. Pero ese sentido no sirve de igual modo en el mundo virtual. Sentado frente a una computadora, el macho, debe asumir inevitablemente una postura diferente.
Las manos, los gestos, la sonrisa, los lindos ojos, la buena ropa, el moderno auto, aquel celular, el reloj costoso o el perfume importado no sirven de nada en Internet. Los lindos corren con ventaja, como siempre, pero puede decirse que en Internet todos los hombres son iguales. Somos un ente. Sin posesiones. Sin atributos. Sin virtudes ni habilidades. La red brinda las mismas posibilidades al muchacho tímido e introvertido que al fulano musculoso y agraciado.
Pero el hombre, pese a todo, se adapta al medio y se abre camino. Comprende la situación con ese sentido especial que posee y lleva a la práctica las artimañas necesarias para lograr su objetivo: cautivar a una dama.
Desde el momento que se sienta frente a la maquina, el fulano ya tiene una estrategia planeada. Usualmente todos los machos tenemos nuestra particular manera de sugestionar a una mujer en el mundo real y, de a poco, aprendemos a hacerlo en el mundo virtual. Cada uno de nosotros conoce al dedillo la fórmula que mejor le funciona. Y como animales que somos, siempre repetimos la misma.
Teniendo en cuenta que en el mundo existen más mujeres que hombres, podemos deducir que la misma regla se aplica a la Internet y el Messenger. Por lo tanto el hombre, habitualmente, conoce en la red a más de una mujer. Casadas, solteras, separadas o de novia. Todas están allí.
Al hombre lo entusiasma el cortejo hacia la dama. Y cuando conoce la fórmula del éxito en la red, se envicia y no puede parar su enfermiza cacería. El Messenger es como una inyección instantánea de coraje y atrevimiento.
Desde su oficina pierde horas a diario buscando mujeres. Se inscribe en sitios de citas, búsqueda de pareja, amigos virtuales, comunidades temáticas, masajistas y escorts, foros especiales, sitios de sexo, portales de parejas swingers y casi cualquier cosa que le dé la posibilidad de acercarse a una mujer. O bien, de cumplir sus fantasías.
Casi siempre se inicia en este mundo de la misma manera: sitios de citas, búsqueda de pareja, amigos virtuales o salas de chat locales, nacionales e internacionales. Allí se inscribe, pone su fotografía, se describe, enumera sus gustos y despliega las mejores palabras como un pavo real lo hace con su cola.
Sea casado, soltero o esté de novio, el hombre encuentra en Internet un espacio propicio para conocer mujeres. Una vez que comprende y dimensiona las posibilidades que le aguardan, ingresa en un círculo vicioso.
Veamos en principio al hombre comprometido. Si es casado tendrá 2 ó 3 casillas de email distintas. Algunas serán formales y otras informales. Tratará de conocer mujeres de su ciudad y de otras más lejanas. Se conectará desde su trabajo o visitará distintos cibercafé. Incluso en la computadora de su casa con acceso a la web, fingirá bajar información importante y con fundamentos se quedará hasta la madrugada terminando un inexistente informe para su jefe.
El hombre puede hacer cualquier cosa con tal de conocer nuevas mujeres, conversar con ellas o coordinar citas con las que ya frecuenta. Tal situación y actitud de su parte resulta infinitamente fundada teniendo en cuenta que del otro lado hay sexo fácil y sin problemas.
Casi sin querer, el hombre comprometido comienza a descuidar el matrimonio. Su espíritu aparece renovado y se siente viril y todopoderoso, pero sólo cuando ingresa a Internet. La autoestima se eleva hasta niveles incontrolables y falsas expectativas de “macho irresistible” se apoderan de su mente.
Es común que el hombre casado este más a gusto con mujeres que presenten su misma condición. Esto garantiza a los dos cierta tranquilidad, como ya vimos Por el contrario, existen hombres que prefieren muchachas jóvenes, ambiciosas y sumisas a las que resulta simple embaucar con fantasías y espejos de colores.
El hombre soltero, por el contrario, no presenta inconvenientes respecto de tretas, argucias o mentiras. Tendrá más tiempo disponible, más posibilidades y mejores candidatas que el hombre comprometido. Ser soltero implica vivir solo en un departamento y tener el escenario montado para deslumbrar a cuanta mujer se cruce.
El soltero es buscador por naturaleza. En el mundo real y en el virtual. Busca divertirse pero, paralelamente, espera encontrar a esa mujer soñada. Estará inscripto en cuanto sitio de Internet se lo permita y su lista de contactos de Messenger estará a tope.
Deberá borrar contactos antiguos para poder agregar nuevos. Olvidará de dónde conoce a tal mujer y se escribirá con 5 ó 6 al mismo tiempo durante las noches. Se equivocará de nombres o creerá haberle dicho cosas a una que dijo a otra. Pero siempre saldrá ileso y, cada noche, podrá llevarse una mujer diferente a su cama.
En todos los casos el rito es similar. De existir un primer contacto en el sitio, página o portal que sea, el segundo se hará a través del Messenger. Una vez que el varón ha obtenido el email de la mujer deseada, la agrega a su Messenger. La charla los llevará a conocerse lentamente. Hay momentos formales e informales. Espacios de seducción y de doble sentido. Sonrisas y carcajadas que ni siquiera pueden ser compartidas con el otro. Pero ambos saben tácitamente que se embarcaron en el juego del galanteo. Nadie dice nada. Ninguno de los dos es explícito. Pero uno y otro se dejan llevar por la magia del Messenger.
Cuando todo sale como el hombre lo planeo y la dama responde a esa estrategia, la cita llegará de manera natural. Comúnmente es el varón quien propone y, de seguro, la dama aceptará. El día deseado llega. Como es de esperar, el caballero pasará a buscar a la dama y todo lo mágico del mundo virtual se trasladará al mundo real.
Si el hombre no ha mentido mucho. Si es coincidente con lo que demostró. Si su sentido del humor es demoledor. Si su informalidad es la que ella espera. Si el hombre supera ampliamente en el mundo real las expectativas de la dama, entones amigos, prepárense para una inolvidable noche de sexo. O tal vez para una relación sólida.
Fuera de esta temática y modificando el ángulo de nuestra visión sobre el hombre, podemos observar sus actitudes desde otros rincones más oscuros. Quiero detenerme aquí en los casos de “machos” que, además de procurar conocer mujeres, desean otro tipo de encuentros sensiblemente diferentes. La comunidad swinger en el mundo ha crecido exponencialmente. Y en gran parte fue gracias a la red. Nadie puede permanecer ajeno a la idea de que los swingers siempre existieron. Pero con las posibilidades que Internet presenta, esta comunidad pudo agruparse, relacionarse y desarrollar un espacio propio.
Allí, aparecen los hombres “solos”. Aquellos que desean concretar la fantasía de integrar un trío HMH, o bien, mantener sus primeras relaciones homosexuales o bisexuales con otras personas. También lo hacen las mujeres, persiguiendo exactamente los mismos fines. Y ambos lo hacen amparados en la discreción del Messenger. Es por esto amigos que todos somos impredecibles cuando estamos frente a una computadora y logramos obtener lo que deseamos: relaciones con el sexo opuesto. Seamos cautelosos. Seamos realistas. Seamos lo que deseamos ser, pero, sin perturbar ni dañar los sentimientos de quienes amamos.