2) 50 MINUTOS
Cuando los sábados mis compañeros huían del trabajo, yo aprovechaba la ocasión para pasar una tarde a todo chat. Cerraba todas las ventanas de la oficina, ponía música y me concentraba en el arte de atraer mujeres a través de la red.
Cuando los sábados mis compañeros huían del trabajo, yo aprovechaba la ocasión para pasar una tarde a todo chat. Cerraba todas las ventanas de la oficina, ponía música y me concentraba en el arte de atraer mujeres a través de la red.
Un sábado cualquiera, como tantos otros días, inicié la tarea de siempre. Ingresé en una sala de chat de mi ciudad y comencé la sigilosa selección de acuerdo a los nicks de cada una de las damas.
Había más de 250 personas conectadas. No recuerdo su nick. No recuerdo siquiera si decía su edad. Pero ella contestó rápidamente a mi llamado. Comenzamos a charlar. Tanto ella como yo, estábamos de buen ánimo. Sentí una afortunada compatibilidad con ella desde el principio de la charla.
Me comentó que era algo así como artesana y que recién había dejado de trabajar en un sector de ventas especial para artistas callejeros ubicado en la costa. Realmente estoy aburrida – dijo ella como pidiendo ayuda.
Eran las 16:00. A las 17:30 yo debía estar en otro lugar, donde me aguardaban. Nos sentíamos muy bien hablando, así es que le pedí su dirección de email para seguir nuestra charla por Messenger. Ella accedió y allí, creo, empezó todo. Ambos queríamos saber cómo era el otro, de manera que las fotografías de cada uno llegaron a las respectivas casillas casi de inmediato. Su foto no era clara, sino difusa. Había sido tomada con una cámara web, por lo que la definición y colores mostraban lo que puede llamase una caricatura de la persona real. De igual manera, consideré que era una mujer agradable y de formas normales.
Sos muy lindo, dijo ella al ver mi fotografía. Qué haces chateando un sábado a la tarde hablando con una mujer de 39 años en lugar de estar con alguna chica de tu edad? –inquirió para ver mi respuesta. Era evidente que su autoestima estaba baja. No consideraba posible que yo este hablando con ella y se notaba. Era algo a mi favor.
Le dije que también me gustaba su foto y que su manera de escribir me había cautivado. Coqueteamos y hablamos de temas triviales y no tanto. Realmente alcanzamos un nivel de seducción muy alto. El erotismo se transmitía en cada frase, en cada palabra, en cada uno de los puntos suspensivos. La curiosidad por conocernos aumentaba increíblemente.
- Estas en tu casa o en un ciber? –le pregunté.
- En un ciber, cerca de la Iglesia Pompeya –escribió ella.
Eran las 16:25. Y yo estaba pocos metros de la Iglesia Pompeya...!!! Milagro...!!
No lo podía creer. Ella permanecía sentada frente a una computadora a menos de 200 metros de donde yo me hallaba. Pensar que la Internet se creó para unir al mundo y ahora estaba charlando con una mujer de mi ciudad, a metros de la oficina pero utilizando un servidor instalado en Estados Unidos y valiéndonos de un programa desarrollado por quién sabe qué país asiático. Increíble.
Me dijo que estaba en la calle lindera a la Iglesia y que podía ver hasta 2 cuadras en línea recta.
– Yo estoy a sólo dos calles de allí. La oficina esta al lado del Almacén. – le dije.
– Puedo ver el almacén desde aquí...!!! – escribió ella con entusiasmo.
– Aquí tengo café, te y gaseosas... si queres, te invito a tomar algo –deslicé.
– Y estas solo allí? –preguntó con curiosidad cómplice.
– Si, estoy solo. Veni así tomamos algo, charlamos y nos conocemos las caras –dije.
– Bueno, en un minuto estoy por ahí – dijo ella escribiendo muchos signos de admiración.
Acomodé un poco el lugar. Mientras lavaba mis dientes, repasé en mi mente si mi jefe o algún compañero de trabajo habían olvidado algo o pensaba volver. Todo estaba en orden y no había de qué temer. La soledad de la oficina estaba garantizada.
Sonó el timbre. Eran las 16:35. Yo estaba algo nervioso. Supongo que ella aún más, aunque ingresar a un lugar donde funciona una empresa da cierta seguridad a la otra persona. Tome aire y adopté un papel fresco y divertido. Abrí la puerta con energía al tiempo que decía con tono entusiasmado –Hola, holaaaaaa!!. Ella era algo más baja que yo. Pelo corto color claro, dos vistosos aros, pantalón de jean, sweater color oscuro, buena figura y un busto bien marcado.
Le mostré todas las instalaciones que conformaban mi lugar de trabajo: la planta baja y un magnífico estudio de grabación en la planta alta. En esta última teníamos una maquina de café, así que decidimos quedarnos allí. Preferimos sentamos en unos cómodos sillones y seguimos con la charla.
El clima era especial, plagado de erotismo y deseos mutuos. Eran las 16:45 Bebimos café, reímos, coqueteamos mucho y finalmente me acerqué abruptamente a ella y comencé a besarla. No opuso la más mínima resistencia. Nos besamos un largo rato, haciéndonos mimos y tratándonos con mucho afecto.
Las ropas de ambos fueron cayendo y las distintas posiciones nos hicieron encontrar abrazados en el piso. Un piso alfombrado mullido y cálido que, con la música y escasa luz, se había transformado en el más suave colchón. Hicimos el amor con infinitas ganas y la recuerdo divertida, sensual y fogosa.
Cuando terminamos y luego de charlar semidesnudos unos minutos, revisé disimuladamente mi reloj: Eran las 17:25. Yo sabía que había un récord en mi haber. Sabía que esta era una situación que pocas veces se da en la vida utilizando el Messenger. Miré nuevamente el reloj, ya no disimuladamente.
Oh..!! Cómo pasó el tiempo!! A las 17:30 debo estar en un lugar –dije con voz desesperada y una creíble y espontánea cara de espanto.
Le pedí perdón por no haberle avisado antes, pero me excusé diciendo que me había atrapado tanto la situación y que perdí la noción del tiempo. Ella no se preocupó y empezó a vestirse. Observé el lugar, acomodé los sillones, apague las luces y fuimos a la planta baja.
Tomé mi abrigo y le dije que la acercaría hasta su casa. Cerramos la oficina, subimos a mi automóvil y la dejé en su departamento, a tres calles de la oficina. Quedamos en hablarnos en los días siguientes y así lo hicimos. Eran las 17:31.
Eran las 16:00. A las 17:30 yo debía estar en otro lugar, donde me aguardaban. Nos sentíamos muy bien hablando, así es que le pedí su dirección de email para seguir nuestra charla por Messenger. Ella accedió y allí, creo, empezó todo. Ambos queríamos saber cómo era el otro, de manera que las fotografías de cada uno llegaron a las respectivas casillas casi de inmediato. Su foto no era clara, sino difusa. Había sido tomada con una cámara web, por lo que la definición y colores mostraban lo que puede llamase una caricatura de la persona real. De igual manera, consideré que era una mujer agradable y de formas normales.
Sos muy lindo, dijo ella al ver mi fotografía. Qué haces chateando un sábado a la tarde hablando con una mujer de 39 años en lugar de estar con alguna chica de tu edad? –inquirió para ver mi respuesta. Era evidente que su autoestima estaba baja. No consideraba posible que yo este hablando con ella y se notaba. Era algo a mi favor.
Le dije que también me gustaba su foto y que su manera de escribir me había cautivado. Coqueteamos y hablamos de temas triviales y no tanto. Realmente alcanzamos un nivel de seducción muy alto. El erotismo se transmitía en cada frase, en cada palabra, en cada uno de los puntos suspensivos. La curiosidad por conocernos aumentaba increíblemente.
- Estas en tu casa o en un ciber? –le pregunté.
- En un ciber, cerca de la Iglesia Pompeya –escribió ella.
Eran las 16:25. Y yo estaba pocos metros de la Iglesia Pompeya...!!! Milagro...!!
No lo podía creer. Ella permanecía sentada frente a una computadora a menos de 200 metros de donde yo me hallaba. Pensar que la Internet se creó para unir al mundo y ahora estaba charlando con una mujer de mi ciudad, a metros de la oficina pero utilizando un servidor instalado en Estados Unidos y valiéndonos de un programa desarrollado por quién sabe qué país asiático. Increíble.
Me dijo que estaba en la calle lindera a la Iglesia y que podía ver hasta 2 cuadras en línea recta.
– Yo estoy a sólo dos calles de allí. La oficina esta al lado del Almacén. – le dije.
– Puedo ver el almacén desde aquí...!!! – escribió ella con entusiasmo.
– Aquí tengo café, te y gaseosas... si queres, te invito a tomar algo –deslicé.
– Y estas solo allí? –preguntó con curiosidad cómplice.
– Si, estoy solo. Veni así tomamos algo, charlamos y nos conocemos las caras –dije.
– Bueno, en un minuto estoy por ahí – dijo ella escribiendo muchos signos de admiración.
Acomodé un poco el lugar. Mientras lavaba mis dientes, repasé en mi mente si mi jefe o algún compañero de trabajo habían olvidado algo o pensaba volver. Todo estaba en orden y no había de qué temer. La soledad de la oficina estaba garantizada.
Sonó el timbre. Eran las 16:35. Yo estaba algo nervioso. Supongo que ella aún más, aunque ingresar a un lugar donde funciona una empresa da cierta seguridad a la otra persona. Tome aire y adopté un papel fresco y divertido. Abrí la puerta con energía al tiempo que decía con tono entusiasmado –Hola, holaaaaaa!!. Ella era algo más baja que yo. Pelo corto color claro, dos vistosos aros, pantalón de jean, sweater color oscuro, buena figura y un busto bien marcado.
Le mostré todas las instalaciones que conformaban mi lugar de trabajo: la planta baja y un magnífico estudio de grabación en la planta alta. En esta última teníamos una maquina de café, así que decidimos quedarnos allí. Preferimos sentamos en unos cómodos sillones y seguimos con la charla.
El clima era especial, plagado de erotismo y deseos mutuos. Eran las 16:45 Bebimos café, reímos, coqueteamos mucho y finalmente me acerqué abruptamente a ella y comencé a besarla. No opuso la más mínima resistencia. Nos besamos un largo rato, haciéndonos mimos y tratándonos con mucho afecto.
Las ropas de ambos fueron cayendo y las distintas posiciones nos hicieron encontrar abrazados en el piso. Un piso alfombrado mullido y cálido que, con la música y escasa luz, se había transformado en el más suave colchón. Hicimos el amor con infinitas ganas y la recuerdo divertida, sensual y fogosa.
Cuando terminamos y luego de charlar semidesnudos unos minutos, revisé disimuladamente mi reloj: Eran las 17:25. Yo sabía que había un récord en mi haber. Sabía que esta era una situación que pocas veces se da en la vida utilizando el Messenger. Miré nuevamente el reloj, ya no disimuladamente.
Oh..!! Cómo pasó el tiempo!! A las 17:30 debo estar en un lugar –dije con voz desesperada y una creíble y espontánea cara de espanto.
Le pedí perdón por no haberle avisado antes, pero me excusé diciendo que me había atrapado tanto la situación y que perdí la noción del tiempo. Ella no se preocupó y empezó a vestirse. Observé el lugar, acomodé los sillones, apague las luces y fuimos a la planta baja.
Tomé mi abrigo y le dije que la acercaría hasta su casa. Cerramos la oficina, subimos a mi automóvil y la dejé en su departamento, a tres calles de la oficina. Quedamos en hablarnos en los días siguientes y así lo hicimos. Eran las 17:31.
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