11.8.10

4) MI MAMA ME MIMA
La conocí en una sala de chat. Fue por la noche y lo recuerdo bien. Conversamos de manera amena y nos cautivamos mutuamente. Ella rozaba los 42 años. Divorciada, independiente y muy vital.

La charla se extendió lo suficiente, de modo que ambos nos agregamos en el Messenger. Continuamos escribiéndonos por unos días hasta que ella me invitó a tomar un café. Accedí sin oposición y nos encontramos en un bar cercano a mi trabajo.

Nos vimos allí a la hora convenida. Era rubia, de buenos pechos y figura estilizada. Hablamos bastante y cada uno mostró lo mejor que tenía. Ella me explicó que era divorciada, mantenía su casa y a su hija de apenas 20 años.

Durante muchas semanas conversamos por Messenger pero nunca pudimos concretar una salida nocturna. Cierto día, mientras hablábamos por Messenger, me comentó que se encontraba en un cibercafé y que la acompañaba a su hija, la cual también estaba conectada en una computadora cercana. Esta jovencita había visto mi foto y, aparentemente, yo le había agradado mucho –dijo su madre.

Le pedí entonces que, si no le molestaba, me diera el email de su hija para agregarla a mi lista y, de ese modo, podríamos conversar los tres a la vez. Ella accedió y su hija también. El nombre de la niña era Guillermina. Iniciamos una linda charla entre los tres. Desde luego mantuve la compostura a la vez que lanzaba chistes y frases ocurrentes que ambas festejaban.

Los días posteriores conversé mucho por Messenger con Guillermina, pero noté en ella cierta reticencia ya que, al parecer, su madre me pretendía. No me envió su fotografía y no aceptó mi invitación a salir. De todas formas yo hice caso omiso a tal conjetura y decidí ir por las dos presas simultáneamente: Madre e hija.

Un sábado por la noche concurrí con mis amigos a un boliche bailable. Me acerqué a la barra y pedí al barman algo para beber. Mientras bebía mi trago y observaba a la multitud bailando, repararé que la rubia esbelta y de buenos pechos (la madre) bailaba sensualmente junto a otras mujeres.

Allí estaba ella. La linda rubia divorciada bailando enérgicamente la danza de la seducción. Bebí un sorbo largo. Apoye mi vaso vacío en una mesa mientras iba caminando hacia la pista de baile. Me abrí paso entre los cuerpos en movimiento y llegue hasta ella. Me pare a su lado y casi inmediatamente se dio vuelta. Abrazos, besos y sonrisas me recibieron de su parte. Yo la acompañe con similar rito. Dialogamos unas cuantas palabras al oído, ya que la música estaba muy fuerte.

Casi sin darme cuenta y como nacida de entre la gente, apareció junto a ella una joven hermosa. Le entregó un vaso a la rubia y me miró fijo. Sin prisa pero sin pausa, la jovencita me saludó al tiempo que me dijo: “Sabes quién soy?”.

Traté de ignorarlo al solo efecto de brindarle a ella la posibilidad de dar la primicia. Se acercó hasta mi oído y me dijo: Yo soy Guillermina.

Puse cara de sorprendido y alegre. Le dije que de acuerdo a la descripción que me había dado, la realidad superaba enormemente mis expectativas. Bebimos juntos, dialogamos y bailamos por largo tiempo.

Casi sin querer, nos fuimos apartando de su madre. Mi idea era alejarla de ella para poder hablar tranquilos. Nos sedujimos al unísono y era evidente que nos deseábamos. En la oscuridad de un rincón, lancé un beso que fue correspondido.

Una vez rota esa barrera, nos baleamos mutuamente con besos, abrazos, caricias y arrumacos. La noche iba muriendo y el sol comenzaba a asomarse. En un momento de la noche se acercó su madre y entre risas y alcohol, me recriminó mi elección por una chica más joven. La madre se fue con otro hombre. Y yo me fui con su hija en mi automóvil.

La dejé en su casa y yo fui para lamía. Tirado solo en la cama, no dejaba de pensar la situación. Gracias al Messenger, había iniciado una especie de sexo-amistad con su madre y, finalmente, terminaba con la hija. Sospecho que estas situaciones no son de darse en la vida real, en un lapso de tiempo tan corto y de este modo.

Al día siguiente seguimos conversando con Guillermina por Messenger. La seducción mutua y los deseos de tocarnos eran enormes. Quedamos en encontrarnos para vernos. Fui a buscarla hasta su casa y me recibió su madre. Por Dios, qué situación. Nos miramos y ambos sabíamos que de no haber aparecido en escena su hija, hubiéramos terminado aquella noche haciendo el amor.

Me invitó a pasar a su casa. Me senté en un sillón mientras aguardaba que Guillermina –su hija- terminara de vestirse. En esos minutos, su madre y yo estábamos muy cerca y muy lejos de un beso postergado. La situación era extraña y estaba viviendo un momento inolvidable.

Se notaba claramente en sus ojos el deseo de besarme, tocarme y abrazarme y, simultáneamente, de pegarme una bofetada. Debo reconocer que mis miradas y mi actitud eran abiertas a cualquier propuesta y ella lo decodificaba claramente.

En ese momento, como un haz de luz, ingresó Guillermina en el living. Estaba simplemente hermosa. Una joven de 20 años de bella piel, pelo rojizo natural, con bucles graciosos y formas perfectas. Y con todas las virtudes físicas que posee una Profesora de Aeróbic de esa edad. La situación no era la mejor. Madre e hija juntas. Las dos allí, en su casa. Y yo, parado frente a las dos como un imbécil.

Comprendiendo la situación, Guillermina tomó su cartera con velocidad, saludó a su madre y encaró hacia la puerta de salida. Saludé a su madre y la seguí prontamente a ella mientras yo lanzaba comentarios intrascendentes como para ganar tiempo.

Salimos. Subimos al automóvil. Fuimos a un bar. Bailamos y bebimos. Nos sedujimos. Nos besamos y nos tocamos. Nos excitamos mucho. Ella era verdaderamente tan hermosa como inocente. Terminamos la noche juntos en un hotel. Al llegar la madrugada y despertarnos abrazados, no pudimos dejar de analizar toda la situación y reírnos. Mirándome a la cara, nariz con nariz y casi al besarnos, ella lanzó una frase que es el título de este apartado: “Es que mi mamá, me quiere más que a ella”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

JAJAJAJAJAJAAJAJAJA ME ENCANTO NO SE PUEDE CREER POBRE LA VIEJA!